Cuando somos niños, especialmente en la infancia, no nos damos cuenta de lo mucho que hemos aprendido sobre ser padre, sólo observando a nuestros propios padres diariamente. La vida familiar, el trato con la familia, la postura con las visitas, con los amigos o incluso con extraños son cosas que aprendemos sin darnos cuenta, simplemente observando. Cuando nos convertimos en padres, comprendemos muchas actitudes y encontramos respuestas en nuestras propias memorias sobre cómo enfrentar los diferentes desafíos de la paternidad.

Pensando en ello, terminé reflexionando mucho últimamente sobre las cosas que aprendí de mis padres y ahora lo hago con mi hija.

1. Dedicar tiempo de calidad

Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi padre es el de un día en que, mientras lavaba los platos en casa, se detenía cada pocos minutos para tirar una pelota que yo insistí en llevarle y pedirle que siguiera jugando. Estaba ocupado, pero mi diversión al buscar esa pequeña pelota de juguete hizo que se separara, dándome toda la atención que le pedí.

Por supuesto, en ese momento no me di cuenta, porque era una actitud espontánea, pero pensando en mi infancia, recuerdo innumerables veces en que las tareas se prolongaban, se posponían o se interrumpían cuando mis hermanos y yo queríamos atención.

La frase “Estoy ocupado y no puedo tocar ahora” rara vez se decía. Ciertamente no pensé en lo cansado que estaba, las preocupaciones que tenía, el tiempo que pasaba trabajando o ordenando la casa después de dormir.

Hoy, con mi hija, trato de darle toda la atención posible cuando me la pide. Y una verdadera, sincera y valiosa atención. Muchas veces esta atención solicitada dura sólo unos minutos, pero son momentos ricos, divertidos y afectuosos, como los que tuve con mi padre, que fueron tan importantes para el vínculo que construimos.

2. Asumir el papel de “héroe”

Otra cosa que recuerdo y entiendo mucho mejor hoy es lo importante que fueron los momentos en que mi padre asumió explícitamente el papel de “ejemplo”. En muchas ocasiones de mi vida, cuando me enfrenté a decisiones importantes, dificultades o conflictos con amigos, primos o hermanos (especialmente), mi padre me dijo lo que él entendía como la mejor manera de tratar con estas situaciones.

Siempre me contó sus experiencias, escuchó mis opiniones y me ayudó a elegir mis próximos pasos. Mi padre nunca trató de imponerme opciones o prohibirme actitudes, lo que ciertamente no funcionaría para mí. Pero siempre me mostró seguridad y me dejó claro que me apoyaría en mis decisiones.

Además, todo padre sabe que es un héroe para sus hijos, y es muy importante asumir actitudes dignas de este papel. Nos guste o no, nuestras acciones como padres serán copiadas y serán un ejemplo. Por lo tanto, no podemos eludir esta responsabilidad. Y asumir este papel conscientemente nos ayuda a decidir mejor cada una de nuestras actitudes y a dar seguridad a nuestros hijos cuando señalamos el camino.

3. Saber escuchar realmente

Cuando somos niños o adolescentes experimentamos desafíos que, a juicio de un adulto, son banales y transitorios. “Cosas que todo el mundo ha experimentado y que pronto pasarán”, solemos escuchar. Pero cuando somos tan jóvenes, nuestra perspectiva es diferente y no recibir atención cuando hablamos o mostramos angustia sobre algo puede hacernos sentir solos e inseguros.

Mis padres nunca ignoraron los problemas y ansiedades a los que me enfrentaba. Por más banal que les pareciera, mi padre y mi madre podían entender que era algo importante y difícil para mí. Creo que podrían ponerse en mi lugar y ver el mundo con mis ojos. Mirando hacia atrás, recuerdo que esta actitud me hizo sentir valorada y amada.

Con mi hija, trato de hacer lo mismo, tratando de ver lo que ella entiende sobre las cosas que vive y prestando atención a lo que la angustia. Escucho lo que dicen sus simples frases, le presto atención a sus problemas y la ayudo a enfrentarlos.

4. Establecer límites y mantenerlos

Siempre escuchamos que “los niños piden límites y los padres tienen que dar”. Pero sólo entendemos lo que eso significa cuando tenemos nuestros propios hijos y tenemos que tomar innumerables decisiones en cada momento y asumir la responsabilidad de sus consecuencias.

Este es quizás el mayor reto que tenemos como padres: saber qué límites imponer, cuándo imponer y cómo imponer. Y no puedes aprender a hacer eso excepto en la práctica.

Si le preguntara a mi padre cómo sabía cómo actuar en tantas situaciones diferentes, la respuesta sería probablemente “No lo sé, lo he estado descubriendo toda mi vida”. Pero una cosa que recuerdo es que podía tardar mucho tiempo en tomar una decisión, podía cambiar de opinión, podía tomar decisiones que a mí no me gustaban (y mucho), pero cuando lo hacía, se mantenía firme.

Por supuesto, la mayor parte del tiempo no entendía por qué los “no”, me cuestionaba y me decepcionaba, pero a medida que crecía me di cuenta de lo importante que era para mi educación escuchar estos “no”. Y lo que es más importante, incluso sin estar de acuerdo, la actitud de mis padres demostró que ellos eran responsables de tomar las decisiones que yo todavía no podía tomar solo.

Al mismo tiempo, me enseñó cómo lidiar con las frustraciones, cómo respetarlas y cómo tomar decisiones informadas. Puede que no esté de acuerdo, pero confiaba en los límites que me impusieron. Con mi hija, siempre intentaré seguir el mismo camino.

5. Admitir errores

En relación con el tema anterior, otra cosa muy importante que aprendí al ver a mis padres fue admitir mis errores y disculparme. Muchas veces, mi padre y mi madre tuvieron la humildad de reconocer los momentos en que se equivocaban y se disculpaban.

Recuerdo que escuchar una disculpa de mis padres me sonó como una gran prueba de que me respetaban tanto como yo a ellos. Hacerlo delante de los niños es algo que demuestra a los padres un lado humano importante, la imperfección, que debe ser asumida y abordada de la mejor manera posible.

Con mi hija, no tengo miedo de parecer un mal ejemplo para admitir un error, porque sé que le enseñaré esta actitud digna y valiosa con mi propio ejemplo.

6. Demostrar sentimientos

Finalmente, creo que lo más importante que aprendí de mi padre y que ahora le transmito a mi hija es mostrarle mis sentimientos por ella.

Por supuesto que los padres aman a sus hijos y moverían montañas para hacerlos felices, pero es extremadamente importante que esto quede muy, muy claro para ellos. No basta con amar, hay que decir “te quiero”, no basta con sentir afecto por los niños, hay que abrazarlos siempre que sea posible. No podemos correr el riesgo de que las personas que más amamos tengan dudas sobre nuestros sentimientos hacia ellas.

Al igual que mi padre siempre lo hizo cuando llegó “de donde vino”, me preocupo por esperar con los brazos abiertos el abrazo que mi hija siempre corre a darme, porque sé que, estando con los brazos abiertos esperándola, nunca dejará de lanzarse a mis brazos, tal como yo, incluso hoy, busco el abrazo de mi padre cada vez que lo veo.